Nacer en un hogar cristiano, te permite conocer, desde muy temprana edad al Señor, y decidir abiertamente servirle toda tu vida. Gerardo nació en El Salvador, por ser hijo de pastor, siempre ha estado involucrado en el servicio a la obra. Su papá, centrado en la formación de sus hijos, a la edad de 7 años le explicó el Evangelio “como se le explica a un niño” desde ahí tomó la decisión de amar al Señor. Fue en su adolescencia donde afirmó su fe, predicando el Evangelio en escuelas, y siendo de ayuda en la traducción a misioneros.
Su corazón se siente agradecido por dedicar, desde la niñez, su vida al ministerio, pero recuerda que no fue hasta su juventud que entendió tantas cosas que escuchó de su papá y de aquellos misioneros a quien colaboraba. Jesús valía mucho más de lo que había aprendido, Él merecía todo de él, y así lo hizo.
En la adolescencia se dio cuenta que a su alrededor no veía un modelo, o líder con quien contar en los momentos difíciles de su juventud, siempre que esto ocurría en la vida de Gerardo, iba a su familia y a los misioneros que influyeron mucho en él, ahí comenzó su llamado. Quería ser para los niños y jóvenes ese líder, esa persona que está para levantar, para sostener y para escuchar a las nuevas generaciones. Su oración era que Dios ocupara su vida en ellos, que lo capacitara y lo enviara, fue así como a los 17 años conoció Awana y no dudó en involucrarse pues era una respuesta del Señor para servirle.
Hoy en día define su rol en Awana claramente como un siervo que genera nuevas y mejores maneras para que las iglesias y organizaciones ayuden a los niños y jóvenes de Latinoamérica a tener más oportunidades de servirle en su contexto. Trabaja para que el discipulado no sea únicamente teórico, sino también práctico, para que los líderes puedan modelar lo que es un verdadero cristiano y apoya a los misioneros de cada región a conocer las necesidades de las organizaciones con las que Awana trabaja, para que más niños y jóvenes sean alcanzados.
Gerardo tiene un deseo ferviente en su corazón, ser una persona cada día más parecida a Cristo, glorificar a Dios predicando Su Evangelio, y con sus acciones generar espacios para que otros como él, puedan equiparse y servir al Señor. Su mayor aporte al ministerio es el conocimiento que Dios le ha dado, poder ver y sentir la necesidad y cubrirla con el amor de Jesúsr, además de su comprensión académica en la planificación y ejecución de proyectos.
En un futuro anhela ver organizaciones, iglesias, líderes, jóvenes y niños, que identifican claramente las maneras en que pueden vivir el evangelio, que practican lo que aprenden y que modelan a su alrededor las verdades bíblicas, que no solo repiten la Palabra y memorizan, sino que sus vidas son ejemplo de lo que Dios hace en el corazón de las personas.